Escuela de Saberes Indígenas – Las mujeres como protagonistas

Área: Chaco argentino
Categoría: Experiencia con énfasis en pueblos indígenas y género
Aporta al enfoque de: Derechos
Ejecutor: Fundación Gran Chaco

La experiencia de organización de las mujeres indígenas del chaco argentino, y más en particular, del oeste de la Provincia de Formosa, muestra como se ha partido de una necesidad y demanda de las mujeres indígenas de mejorar la comercialización de sus textiles para generar un nuevo espacio que permitió visibilizarlas como sujeto de las políticas públicas.

Principales actores involucrados

Fundación Gran Chaco y Mujeres de las comunidades Wichi y Comle`ec.

Enfoque

La experiencia de la Escuela de Saberes Indígenas está articulada con el enfoque de derechos de los pueblos indígenas y aporta al enfoque de género del Mecanismo.

Objetivos

  • Mejora de la calidad de vida de las mujeres indígenas a través de la legitimación de sus saberes y la mejora de su producción para la comercialización de artesanías.
  • Reivindicación de los derechos indígenas y reconocimiento de sus organizaciones y saberes propios.
  • Promoción y fortalecimiento de espacios colectivos y supra comunales.

Descripción de la experiencia

La cultura de los pueblos Wichi y Comle’ec, los dos principales pueblos indígenas que habitan la zona, se caracteriza por un sistema de residencia matrilocal que consiste en que la pareja recién conformada reside en la casa de la madre de la novia. Eso hace que la mujer quede arraigada en el grupo familiar originario, manteniendo relaciones casi exclusivamente con las otras mujeres de su familia o de las familias emparentadas, lo cual genera aislamiento y desconfianza hacia los grupos familiares externos. Esta estructura social se fue manteniendo a lo largo del tiempo y, a pesar del proceso de cambio cultural de las últimas dos décadas, hoy en día todavía se registra un fuerte aislamiento y, en consecuencia, un alto nivel de conflictividad entre las mujeres de una misma comunidad, pertenecientes a bandas opuestas. El sistema de residencia, actualmente, se va modificando por razones de trabajo o de asistencia a los centros educativos; eso hace que algunas mujeres empiecen a tener una mayor relación con otros grupos.

Las mujeres de los pueblos Wichi y Comle’ec  se dedican tradicionalmente a actividades domésticas que implican el cuidado de los niños, preparación de la comida, búsqueda de la leña, del agua y a actividades productivas relacionadas con la recolección de los frutos silvestres y elaboración de artesanías. En general asisten a la escuela primaria con mucha dificultad por el escaso manejo del español y, en algunos casos, abandonan la misma a causa de embarazos precoces; pero, actualmente, las mujeres indígenas se están capacitando cada vez más, accediendo al sistema de la educación formal, lo que implica un cambio importante en las comunidades, dado que, un mayor número de mujeres logran terminar el nivel primario y acceden al nivel secundario e incluso a un nivel terciario, aunque este último en menor medida.

El año 2.000 inició la experiencia de la organización de las mujeres indígenas con el objetivo de comercializar su artesanía, lo que las impulso a pasar de una actividad individual y doméstica a una instancia de asociacionismo que a su vez implicó el desarrollo de capacidades en las áreas como la de coordinación de la producción, control de calidad y comercialización, estas acciones inicialmente fueron apoyadas por un programa de la Unión Europea, Programa DIRLI, y luego por la Fundación Gran Chaco.

La producción de artesanía se basa en la elaboración de tejidos de chaguar (una bromeliácea que crece espontáneamente en el sotobosque chaqueño) y de lana de oveja, y con el fin de mejorar la producción, se capacitaron a 957 mujeres en el año 2,010, 850 entre el 2.011 y 2.012 y 450 en el año 2.013, como tintoreras, hilanderas, tejedoras, agente de crédito, informadora turística, coordinadora de organizaciones sociales, vendedora de artesanía, diseñadora de textiles indígenas, operadora de máquina recta, operadora de máquina overlock, diseñadora de carteras en cuero y diseñadora de indumentaria.

Las asociaciones permitieron organizar un sistema de comercialización estable lo cual aseguró a las artesanas un ingreso mensual seguro. Eso fue posible a partir de la organización de la producción, niveles de calidad y volúmenes producidos. Al poder garantizar al comprador los estándares de calidad y los volúmenes requeridos, fue posible armar una red de clientes estables y ello permitió mejorar el precio de los productos. Este proceso fortaleció a las asociaciones, no solamente en su capacidad de gestión y de administración, sino como espacios de las mujeres, en donde desarrollan distintas actividades relacionadas con la salud y la educación en articulación con las estructuras del Estado y con los diferentes actores locales. Actualmente existen ocho organizaciones que asocian a más de 1.000 mujeres, coordinadas en la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco.

A partir de la demanda de las comunidades de mejorar la comercialización de la producción artesanal, se empezó a trabajar con las mujeres para encontrar la forma de organizar el sistema, siendo que las mujeres se encontraban en lugares muy aislados y dispersos, lo cual dificultaba la coordinación del trabajo. Al mismo tiempo, si bien la artesanía representaba una urgencia por parte de las comunidades, el objetivo de largo plazo fue la mejora de las condiciones de vida de las mujeres y la producción de artesanía se fue configurando como un medio para poder lograrlo.

La experiencia muestra que no se impusieron en los pueblos modelos pre-constituidos de asociatividad, sino que se creó una organización a partir de la estructura social y económica existente en los pueblos, y se logró fortalecer a la organización indígena en base a la familia ampliada. Esta es la unidad que caracteriza la base de la organización, a partir de la cual se ha implementado un sistema de elección de coordinadoras, según la cual cada familia elige su representante y cada artesana se adscribirse libremente a un grupo. Esta relación se funda en el parentesco y en el liderazgo comunitario, y representa la clave del buen funcionamiento de la organización. Si la coordinadora no es bien aceptada o tiene problemas de liderazgo al interior de su grupo, la organización entra en una crisis que se manifiesta en la producción artesanal, ya sea en la calidad o en la cantidad de artesanías realizadas. Entonces, la conformación de los grupos y la elección de las coordinadoras fueron procesos delicados que requirieron de un profundo conocimiento de las dinámicas sociales de las comunidades.

Con respecto a la elección de las artesanas que participan de la asociación, se trató de un proceso paulatino y creciente en la medida en que la organización lo fue requiriendo en función al crecimiento del mercado. Cabe destacar que, la adscripción a las organizaciones no fue determinada por la habilidad de la artesana sino que fue definida en función de la pertenencia familiar, de manera tal que cada grupo tuviera parte de sus integrantes participando de la asociación y beneficiándose de los ingresos de la venta de las artesanías y de las actividades de capacitación. Gracias a la adopción de esta estrategia de inclusión, se aliviaron los conflictos internos y se evitaron el surgimiento de elites privilegiadas que pudieran desencadenar en mecanismos de explotación y de violencia simbólica en un contexto social ya suficientemente deteriorado. La primera etapa del proceso organizativo se realizó de manera informal porque el principal objetivo consistía en generar un espacio para capacitaciones formales. Un aspecto muy difícil de superar en su etapa inicial fue el salir del espacio doméstico para participar de las reuniones, la estructura matrilineal establecida refuerza las redes de solidaridad entre mujeres de la misma familia, pero dificultó la relación con mujeres pertenecientes a otros grupos familiares, por ello se incentivó a que las mujeres salgan de su espacio familiar y que compartan un espacio con otras mujeres, intercambiando saberes, dudas, problemas y propuestas.

En cuanto a la apropiación de un lugar donde realizar los talleres, inicialmente las reuniones eran convocadas en la escuela, pero la participación era escasa o nula, ya que no lo sentían como un espacio suyo, posteriormente se cambió a la iglesia, este tuvo mayor aceptación, sin embargo, es un espacio con fuerte liderazgo masculino, en varias ocasiones las mujeres fueron echadas de ahí.

Hasta el año 2.005 no se realizaron cursos formales, sin embargo, se realizaron capacitaciones semanales en los domicilios de las familias, aún no se había logrado crear un espacio de confianza a nivel grupal, las mujeres se sentían mucho más cómodas en plantear cuestiones personales, en el ámbito doméstico. Los proyectos de PROFAM, Programa de Fortalecimiento de la Familia y el Capital Social, del Consejo Nacional de la Mujer, para mejorar las capacidades de gestión y administración de las coordinadoras de las asociaciones y para los derechos sexuales y reproductivos, en conjunto con la Fundación Niwok impulsaron el proceso de formalización de la instancia de capacitación con la implementación de una serie de requisitos formales, como el registro de planillas de asistencia, programa del curso, informes y evaluaciones.

Cada etapa del proceso de asociatividad implicó, por parte de las mujeres, superar determinadas barreras: primero salir del ámbito doméstico, luego superar las desconfianzas y lograr intercambiar con otras mujeres de otros grupos familiares. En la etapa de formalización de los cursos, por primera vez en las comunidades, las mujeres adultas, madres, participaban de un curso, al finalizar el curso las participantes recibieron un certificado en un evento y cada certificado fue enmarcado de tal manera que cada mujer pueda lucir sus logros. El certificado tuvo un impacto a nivel simbólico muy fuerte, no solamente a nivel personal sino a nivel comunitario, legitimando el derecho de las mujeres adultas a capacitarse y de tener un reconocimiento por sus saberes. La formalización del proceso formativo fue por lo tanto positiva en cuanto legitimó el rol de las coordinadoras y el espacio de las mujeres y al mismo tiempo aumentó la autoestima de cada mujer que se capacitó.

En el ámbito colectivo, se fortaleció la trasmisión del conocimiento y saberes a nivel intergeneracional e intragénero. Es decir que las mujeres mayores enseñan a las menores y lo mismo los hombres, pero, no se logró un intercambio entre los géneros. Esto porque los trabajos son muy bien diferenciados entre los géneros y los conocimientos sobre el territorio y los recursos utilizados también. Este sistema fortaleció los vínculos intragénero y, al mismo tiempo, reforzó el rol de los mayores en el proceso formativo de los/as jóvenes. Este aspecto fue central a la hora de desarrollar una estrategia de formación o de inserción de los/as jóvenes en el mundo del trabajo.

Aplicación de instrumentos

En la etapa formal de la Escuela de Saberes Indígenas se utilizaron los siguientes instrumentos:

  • Planificación del desarrollo de los cursos
  • Planilla de asistencia
  • Programas de los cursos
  • Informes de seguimiento
  • Evaluaciones
  • Certificación de capacidades

Logros y lecciones aprendidas

Los resultados alcanzados por la Escuela de Saberes Indígenas fueron:

  • La conformación de 8 asociaciones de mujeres que aglutinan a más de 1.000 mujeres.
  • Reconocimiento de saberes de 70 mujeres líderes indígenas como capacitadoras.
  • Reconocimiento de 9 grupos de mujeres como Centro de Formación Profesional por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social – MTEySS.
  • Incidencia regional para la conformación de nuevos centros de capacitación en el Chaco e intercambio de experiencias a nivel regional.
  • 2.257 mujeres indígenas capacitadas como tintoreras, hilanderas, tejedoras, agente de crédito, informadora turística, coordinadora de organizaciones sociales, vendedora de artesanía, diseñadora de textiles indígenas, operadora de máquina recta, operadora de máquina overlock, diseñadora de cartera en cuero, diseñadora de indumentaria.
  • 550 productores forestales indígenas y criollos, que de manera asociada, desarrollan planes de manejo de bosque nativo.
  • 3000 hectáreas de algarrobo.
  • 417 productores forestales capacitados como forestadores, 20 técnicos en georreferenciación, 80 operadores de la cadena forestal y 20 viveristas, en el marco de un Protocolo de Formación Profesional financiado por el MTEySS.
  • Mejora de los ingresos económicos de forma constante.
  • Mejora de la calidad de las artesanías.
  • Incremento de alianzas estratégicas con clientes y reparticiones del Estado.

Entre las principales lecciones aprendidas se tuvieron las siguientes:

  • Pasar de lo informal a lo formal requiere de un proceso de acompañamiento a las comunidades.
  • El cumplimiento de requisitos y la entrega de un certificado a las mujeres adultas y madres que participaron del proceso de formación visibiliza su rol, a su vez que aumenta su autoestima.
  • El proceso de pasar de experiencias productivas individuales a colectivas, basada en un colectivo de coordinadoras y representantes con un sistema de control recíproco y de apoyo mutuo, permitió la transferencia de conocimiento intergeneracional e intragénero.
  • Los procesos de aprendizaje e innovación basados en los conocimientos locales y endógenos permiten la sostenibilidad de las acciones de desarrollo.
  • El apoyo al empoderamiento de las organizaciones propias de los pueblos y reconocimiento de las asociaciones de mujeres coadyuva en el mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos.

Referencias

Fundación Gran Chaco, 2013. Escuela de Saberes Indígenas. Disponible en: https://gran-chaco.org/wp-content/uploads/2019/11/ESCUELA-DE-SABERES-INDIGENAS.pdf